Desde mi ventana observo
la herida apasionada de hoja de navaja
cortando el suelo del firmamento;
herida que busca un apoyo nuevo
en las frágiles rojas escamas
de los tejados de unas humeantes casas.
Línea roja, separación perfecta
entre el plomizo cielo de la tarde
y la negrura de la tierra y el paisaje.
Desde mi ventana aún veo
de los altivos árboles su alma
huyendo del frío otoñal que me invade
y adentrarse por otras ventanas
en alcobas, cuan sombras alargadas,
mudas e infinitamente eternas.
Línea roja, herida sangrante,
lienzo en ese horizonte con fiebre
de los anocheceres de noviembre.
Y aún distingo desde mi ventana
unas extrañas lanzas elevarse
emergiendo desde los tejados
y que sin dudarlo también se clavan
en el ya oscurecido cielo lacerado
para abrir otra herida a la tarde.