Porque confío en ti
en tu amor incondicional
en la verdad de tus ojos cuando me miran
en la ternura de tus manos cuando me tocan
en lo cálido de tus labios cuando me besan
en que jamás me harás sufrir.
Porque me resguardo en tu fidelidad
confío en que no me harás daño
confío que tendré el cielo, a tu lado
confío en mañanas radiantes
confío en decenas de años que se vuelven un instante
confío en tu grandeza
Porque tú eres diferente
y esa diferencia abarca un sin fin de sorpresas
que a mis ojos te hacen especial.
Decido entonces, integrar mis días a los tuyos
maravillosa e infinita unión.
... Y prometo estar a tu lado
en la riquza y en la pobreza
en la salud o la enfermedad
en la opulencia o en la derrota.
Lo que Dios ha unido
Jamás lo separe el hombre. Amén...
Promesa muchas veces repetida, pocas veces cumplida. Quién asegura creer en esto, debiera hacerse totalmente responsable de las razones por las cuales decide asumir una experiencia tan importante.
Resulta a veces inconcebible tanta falta de respeto, hipocresía disfrazada de amor; situaciones tan predecibles que hasta se puede apostar en ello y ganar, lastimando duramente el delicado sentido de la ilusión, sin el menor remordimiento, como mercenarios en la más fria guerra.
No, no es un poema, pues no hay ritmo ni belleza en la falsedad, no hay compromiso en la intolerancia y definitivamente no hay amor en la mentira, no es un poema porque ya no se puede disimular una realidad tan enorme como el sol.
Es un llamado a la conciencia y a la devoción que como habitantes de un mundo privilegiado, debiésemos manifestar a nuestros semejantes indistintamente del género, clase social, color de piel u orientación sexual.
Expresemos con la mayor sinceridad nuestras intenciones, sean cuales fueren, ante decisiones serias e incluso las más sórdidas que involucren a una segunda o tercera persona y démosle al otro la oportunidad de elegir a través de la verdad, pues la verdad aunque duela a la larga no lastima.