En la sacra región de mi intimidad,
en donde prevalece el libre fuero,
a la cual nunca
a nadie se le ha permitido llegar,
desde hace un corto período
algo da señales de existir,
a cada segundo
se siente su arrojo,
sus movimientos
desordenados y decididos,
los que provocan
un dolor insostenible
que me hace
contemplar de cerca,
el trono desde el cual
rige la muerte,
que sedienta me mira
con sus ojos enormes y agudos,
deseosa de abrazarme
y esgrimirme a su capricho.
No sé aún que es,
pero se siente
hace parte de mi,
me acompaña inseparable
en la épica faena
de mi habitual vida.
Son incontables noches,
días y horas lentas,
en las que divago,
diserto, cruzo ideas,
razono…
intentando descifrar
totalmente o por lo menos
una ínfima parte,
esto que siento crecer
inevitablemente.
Con ansiedad
hilvano gran cantidad de palabras
conjeturo un sinfín de respuestas,
indago en repetidas ocasiones
en mi diccionario personal,
pero no encuentro
respuestas congruentes …..
solo banalidades.
En un repetitivo circulo tortuoso,
sigo rumiando sobre lo ya pensado,
mientras ese algo
internamente crece
y lucha encarnizadamente
por salir, por hacerse visible,
por respirar aunque sea
este fétido aire
que me asfixia
y aminora mis fuerzas.
Va devorando mis entrañas,
se alimenta de mi sangre,
me va vaciando…
y al sentir
que mi vida se va extinguiendo,
en aspiración final
vuelvo a perfilar, a intuir
un manantial de hipótesis,
las digiero y las desecho,
y una y otra vez
retorno al mismo proceso,
hasta que repentinamente,
se abre el telón de fondo,
del teatro oscuro
donde se presenta mi comedia.
POR: ANA MARIA DELGADO P.