Ya no imploro sólo un beso
una caricia insensata,
la que no olvida ni mata
la que se vuelca en exceso,
sólo busco el aderezo
de una noche en que tu boca
el desenfreno provoca
de mis manos y mi piel,
donde el cerezo y la miel
se mezclen en noche loca.
Ya no imploro la ternura
de tus ojos cuando miran;
ni saber cómo suspiran
(como viento en la llanura)
Quiero saber lo que dura
la caricia de tu mano,
sé que no sería en vano
la caricia que seduce
la que callada balbuce
este sentimiento arcano.
Pero estar contigo quiero
aunque implore un beso tuyo,
que sea la cama –capullo-
Nuestro rincón nuestro alero.
Porque con ansia yo espero
lo que sé que has reservado
ese momento ansiado,
¡sea íntimo para los dos!
donde se pierda la voz.
Y la vergüenza -el recato-