Como hojas de zumaque,
que antes de caer,
transforman su savia en sangre
-sangre atardecer-
decorando los jardines
de inusual rojez,
así se escriben mis horas,
en su madurez,
repletas de sensaciones
con gran solidez.
Mis vivencias se despiertan
de su languidez,
se aglomeran y revientan
en loco tropel.
Pero el otoño las calma
con gran sensatez.
Las ordena y encamina
con dulce fluidez,
y así… despacio eclosionan
en un nuevo ser
de emociones y de sueños,
sin saber por qué.
Son el fruto del verano
-juventud que fue-
que maduran su presente
ahora en su otoñez.