El niño melancólico ha crecido,
él un hombre de bien y bonachón
tiene a la dueña de su corazón,
en sus quimeras cuando está dormido.
Con la desdichada soledad en su orilla
empieza a notar sus emociones
y percibe que ella lo quiere a él
por tener el corazón de poeta.
Ella ansía tener todos sus escritos,
quería recordar al amor que no volverá
pero esos escritos están cerca de él,
y en este mundo, nadie como él habrá.
Ella no ha visto ni oído de otro igual,
pero ella, sólo quiere su amistad,
él la quiere y eso sería un puñal.
Solloza, pero no deja caer la pluma;
poeta romántico, no ve la realidad.
Teniendo las vistas dañadas, prosiguió;
luego, ella recién lo quería consigo
pues anotó las últimas estrofas del amor,
concluyó el verso y sucumbió el amigo.