Entonces se sentaban a escucharlo
como un Jesús a orillas del silencio.
Todo era perfecto: ¿Y él? , muy claro.
Urdía en oraciones la esperanza,
tejía los caminos sin un clavo
que fueran a pisar los que soñaban.
Así , tan prostituta era la fe en aquellos tiempos.
¡Cualquiera iba a su cama!.
En menos de un segundo, terminaba.
Y en medio del dolor te tambaleabas.
¡Por eso es que aprendimos!
Y pensamos.
Y hoy solo,
votamos por un Cristo
que traiga división para las aguas.