Jamás has de temer a mi locura
de tenerte en mis brazos una noche,
de saborear tus senos en la impura
impaciencia de amarte con derroche.
¿Y no temas…? Suelta lento ese broche
que aprisiona con fuerza tu cintura,
donde tu sexo… encarcelado dura,
al igual que las ansias de esa noche.
Tras el íntimo soplo del asecho
aproxima tus senos a mi pecho,
y reclina tus labios en mi oído
¡quiero escuchar muy lento tu gemido!
Porque el amor cuando se entrega ciego
-no conoce el temor es un sosiego-