Con olor a infancia,
a azahar y a hierbabuena,
con el leve tacto inocente que procura tu remanso o mi cobijo,
y un tímido llanto si ajan sus primerizos brotes.
Se visten sus impávidos ojos de inertes ventanales a la ciudad del sentido,
al florido vergel del abrazo que ampara.
Con su blanca túnica, funambulista de veredas empedradas,
el timón regio y la vela izad.
Así nace la AMISTAD...