Para Oscar, muy querido maestro, y a Sara, en honor a un amor tan grande como el cielo.
Una lágrima que rueda por mi mejilla
al sonar hueco del reloj que se detiene
el palpitar repite la misma juergilla
el corazón no late, más se sostiene
que un amor que ha sido siempre será
cuando se amado hasta no poder más
y que ha dolido con gozo en dos almas
el amor eterno que siempre aguardará.
Destino cruel que con todo acaba
nos juega una broma cruel y descarada
pareciera que todo ya no estaba
que solo queda la muerte y nada.
Pero no es muerte lo que aqui se muestra
sino un nacimiento lo que se demuestra
el nacimiento de un Ángel, grande y puro
un Ángel amado, su nombre es sagrado
Un Ángel que ahora yace entre nosotros
aunque no le veamos, ni tú ni otros
cuida del hombre que le ama con fuerza
Sara es su nombre, mujer de proeza.