Ana Maria Delgado

PAGINA DE UN DIARIO

Siento emoción y temor,

al contemplar

el escenario extenso, verde azul, misterioso,

que dadivoso me brinda

una fantástica sensación de calma,

de esa calma extraña y reconfortante,

que se consigue en soledad,

lejos del bullicio, de la vida ajetreada y trivial,

de los días de labor interminable,

de la cotidianidad aburrida.

 

Suaves  nubes lentas transitan,

en desfile continuo y sencillo,

galanteando con su blancura.

 

Adiós al servilismo al reloj,

a los convencionalismos,

a los días de transitar veloz,

a los comportamientos intachables,

a la burda presencia impecable,

a sonreír sin justa razón,

a leer y leer, a pensar y pensar,

a la absurda y dolorosa utilidad humana.

 

Frente a mí el mar extenso, 

testigo de innumerables sucesos,

de veranos e inviernos,

del galope del tiempo.

 

Mar de movimientos constantes,

de aguas espumosas tranquilas o turbulentas,

de aguas tibias que arrullan mi cuerpo

y me transportan,

en medio del golpear de olas y suave arena,

a un territorio de magia,

donde hacen presencia la brisa,

sonidos indescriptibles,

el reposo, la quietud, la calma,

donde es posible

la expresión autónoma y real.

 

 POR: ANA MARIA DELGADO P.