Alguien dijo que el miedo era tan rígido
como una basija llena de oro y mirra…
Así fue que mis bajas pasiones decidieron
volarse los sesos y los versos.
Hoy no puedo hacerlo:
Permíteme morir mañana;
ten compasión de mi ceguera
y consiénteme vivir un día más
en este mundo de sal, polvo cáustico
y hombres desprovistos de hombría.
Hubo un siseo que añadió malestar al mundo.
Yo –lo reconozco- preciso que me cedas
un día más para dejar clara mi postura
hacia los necios, los hijos de mil madres
que durante años me robaron la inocencia.