Apenas el sol se sostiene,
desfalleciendo de hambre
las sombras que allí habitan.
Flores únicas como las rosas se extinguen,
brisas mensajeras renacen perfumadas
anunciando la duda, del paseante novio.
Si el jazmín de la rosaleda , estuviese abierto
él, la invitaría a un beso y a un secreto.
Si el tímido lecho de su boca,
una caricia sin palabras quisiera,
ella, sería reina de un jardín de estrellas.
Ambos se miran y por primera vez se conocen.
En la oscuridad intercambian, suspiros por nombres,
latidos, por salivas de arena.
!Han de matarse para estar vivos!
Nunca hubo más luz en sus miradas
ni más reflejo infinito.
Sobrecogidos, parecen dos luciérnagas
que aprenden a deslumbrarse.
Hubo voz donde el fuego arde.
Manos, donde solo el tacto existe.
Las frentes pensaban
Los pechos respiraban.
Los huesos, sostenían la carne.
Y una ola de un mar desconocido llega
apresurado y embravecido
para romper en furia sobre sus cuerpos desnudos.
Porque nunca a salvo se hallaron sus bocas
sobre una orilla tan afilada.
Y el suspiro arde,
la ropa quema,
la piel evapora volcánicos magmas.
El corazón , se desangra sin sangre.