En casa de las abuelas existieron varios cofres de madera que mantenían la curiosidad de los infantes. ¿Qué guardaban aquellas cajas enormes, con patas largas? Mi abuela Julia, cosas sabrosas que afortunadamente yo saboreaba –aquellas dulces galletas y suaves pasas-.
Mi abuela María, quizá tesoros de familia –las calificaciones escolares de sus hijos queridos y documentos importantes.- En casa de mamá y papá también se heredó uno, aunque más pequeño que los otros pero con la misma resistencia que ha perdurado casi intacto con el paso del tiempo.
En el cofre que heredamos, se guardaban puros recuerdos al lado de la ropa, pero lo que más me gustaba eran sus estampas de lugares exóticos allí pegados en su interior, lugares que soñaba con visitar algún día… Veía extasiada las etiquetas de productos fabricados en otros ámbitos tan distintos al mío…a mi pueblo lejano. Hoy es un testigo de mis ilusiones…Cumplí mis sueños de viajar por esos países, conocer el mundo distinto a mis raíces.
Por ello aún lo conservo, mis recuerdos están allí guardados…aunque se encuentre relegado en un obscuro rincón y sus bisagras oxidadas no puedan sostener su tapa.
“Cofres de abuelas
encierran mis recuerdos
…hoy son tesoros”
Lissett Carranza