Siento mi piel y mi boca,
abrir tu flor muy despacio;
primero por la corola,
de dos pétalos dorados;
más adentro busco el cáliz,
con sus sépalos cerrados,
para llegar al estambre
y suavemente besarlo...
Al abrírseme la copa,
que el rocío ha salpicado,
quiero beber gota a gota,
su néctar hecho milagro,
hasta sentir que se cierran,
sobre mi cuello los tallos,
de marfil y terciopelo,
con la fuerza del espasmo...
No pidas que me detenga,
porque cuando uno ha probado
penetrar al paraíso
no se puede hacer un alto.
Quiero beberme tu savia,
hasta los últimos tragos,
dejándote sin aliento,
después de haber estallado,
una, otra y otra vez
tu pasión entre mis brazos;
para que hasta en las raíces,
te quede mi Amor grabado...
Quiero aspirar tu perfume,
de rodillas, extasiado,
para quemarme en tu fuego,
y renacer en tus labios...