Perverso silencio que me hablaste de amor en el más enfermo desamor te enmascaraste de compasión -para con todo, nada-. Cobarde silencio que mejor me hubieras apuñalado las retinas antes que dejarme observar los movimientos fríamente calculados de la vecina partida. Réprobo silencio que por primera vez no desenvenenas la inocencia de mis primaveras, sino que en la ausencia de una genuina quietud te disfrazas de compañera ante lo que efectivamente, desespera. Detestable silencio restregándome la homicida verdad en las pestañas del estómago que se me sale de lugar mientras ahorcas mi amor hacia “qué sé yo” si ya no pesa una pulgada. Execrable silencio, la grandeza de la noche fue infundida por la oscuridad de tu bandido corazón para atrapar su color, dando espacio para asumir los inventos que expele tu incógnita razón. Condenado silencio, trajiste en tu canasta la sentencia a muerte que te hace a un lado de mí porque con solo existir me induces a gemir. Maldito silencio el que suscitas en las letras del adorado poeta que solamente le aficiona exclamar lo que en el fondo su alma no ansía ahogar porque cerraste un par de ojos, pero no por siempre jamás. …me cortan el aire, no te vas del todo, y ya te empiezo a extrañar.