Estàs en cada sorbo inacabable de mi sed,
en cada intento por cambiar las circunstancias,
en cada minuto que me siento irresponsable,
y en los instantes que el aura se me escapa.
Estàs y soy feliz con tu recuerdo,
aunque quisiera que te anclaras a mis brazos,
y regresaras como el sol a mi ventana.
Como un intruso, como una nota demorada.
Dios nos uniò aquella noche de bengala,
cuando no dejaba de mirarte a los ojos,
y sentìa correr el rìo por mi alma.
Dios te llevò y mi noche se hace dìa en la ventana.
Dejaste tu voz, los libros, y la promesa de no llorarte tanto
esa ùltima encomienda, que duele y se hace larga.