"Fui bueno, pura bondad/ y nunca para ti fui un santo,/ pero cuando te hice una maldad,/ jamás a un malvado lo quisiste tanto".
Sé que de mí lo que se dice es mucho,
algunas piensan que no existo, que no vivo;
en mi trabajo a veces leo o escucho
cosas que no siempre son ciertas,
que por heridas aún abiertas
brota la inspiración de lo que escribo.
Que sufro un eterno despecho,
que mi alegría se muere
por el encierro en mi pecho
y si en la dedicatoria no llevan nombre,
dicen que son hechos para hombres
y que no me gustan las mujeres.
Que cómo hago, cómo me inspiro
para plasmar tanto sentimiento junto,
que a qué lugar me retiro
y en qué momento mi cerebro crea,
no importa el lugar que sea,
yo escribo lo que siento y punto.
A veces son dedicados,
otras tan sólo lo imagino,
me baso en hechos pasados
o inventados quizás
o en alguien que jamás
debió estar en mi camino.
Escribo cuando estoy triste
porque siento más lo que digo,
no sé si en verdad existe
sentido o no en mis poemas,
no sé si esa pasión que quema
es una bendición o un castigo.
El hecho es que hablen de Álvaro, de Eros,
aunque lo que se diga sea o no cierto,
que algunas me pongan peros
contrarias a muchas que nunca me pierden,
lo que quiero es que me recuerden
incluso después de muerto.
Me gusta que aplaudan mis escritos,
me llena saber que me quieren
y hasta me agrada un poquito
que para algunas sea un rey sin corona,
de ese tipo de personas
que en la memoria nunca se mueren.
Existo, no tengan dudas,
con tranquilidad puedo decirlo;
algunas críticas son rudas,
otras me tratan con afecto,
pero el poema perfecto
aún estoy por escribirlo.
Yo seguiré escribiendo
al margen de que triunfe o fracase,
voy a seguir diciendo
que el amor vale y haré que lo vean,
aunque crean lo que crean
y aunque pase lo que pase.