En esta noche hermosamente oscura
hecha de los astros de tus ojos
y de las sombras audaces de tu sexo,
arranco del abismo mi alma impura
Que ha hecho de tu sangre abrevadero.
Mi alma, rojísima y sedienta,
succiona los fluidos que circulan
por todos los recodos de tu cuerpo
y por tus ciegos alvéolos más profundos.
Mi alma, tramontana y vampirezca,
con góticos temblores te desnuda
para clavar sus incisivos dientes.
Ha libado el milagro que te inunda:
¡tu sangre pura y no el de tus venas!
Mi alma que chirría entre las cuerdas
de los vientos cercanos y certeros
fija su boca cansina entre tu pecho
O en la sinuosa fiebre de tus muslos.
Mi sedienta alma que te cerca
arranca sin cautelas y rodeos
las inútiles ropas que te encubren.
Mi alma no te extiende en algún lecho...
te toma de improviso y muerde en fiebre,
con compacta fruición, tu ardiente cuello.
Y es río tu sangre caudalosa
que avanza febril por tus selvas íntimas,
¡Es río rutilante de aguas rojas
que arrastra el tibio polen de tu entrega!
Es río puro en el que gira
un torbellino gótico de fuego;
es un río que viaja en tus arterias
y que en parte -sin tú quererlo ni saberlo-
desemboca en mi sedienta alma vampira.