Anduve cansado
entre el mar y la tierra,
entre el invierno y el verano.
No pensaba en lo vano,
me anduve esforzando
por lograr un silencio y un grito
emergiendo del cuerpo.
Anduve cansado.
No pensaba en lo vano.
Sencillamente me quebraba
en dos partes
para discernir
lo bueno y lo malo.
Anduve cansado,
muy, muy cansado,
no pensaba en lo vano,
pero hoy, con un par de derrotas,
me siento con fuerzas
para demoler ilusiones
y me siento ostentoso
y anhelo edificios.
Pues soy un humano
tambaleante y girante
como los productivos molinos
como los animales que comen,
por tanto, me dejo persuadir por las pasiones
y no observo el panorama,
que yo voy destruyendo.
Para contrarrestrar mi locura atiborrada:
el silencio y el grito forjan una alianza
para callar mi vaticinio
y vociferar las realidades.