Llegaron las hadas con la ilusión primera,
y extendí hacia ellas mis manos perfumadas,
con flor de primavera.
Con el alma diafana de casta juvetud,
y las pupilas claras de dulce beatitud.
Me envolví en la quimera del ensueño
y vole con ellas al mundo del amor;
se formo el primer beso, la lágrima primera,
percibí la dicha, conocí el dolor.
Y volví a la vida, nublada la mirada,
el alma temblorosa, inquieto el corazón;
y en las manos, marchita y congelada,
la flor de la ilusión.