Ya se abrieron los témpanos del frío
que a su merced el oído queda expuesto,
¡oh Invierno...quien diría que estoy muerto!
Estoy muerto en mis pétalos dolidos.
Si rezaran los vientos sucesivos
que permiten cadenas de sonidos,
rezarían por mí, por mi deceso,
o por mi polen que ya está disperso...
¡Cuántos huecos de amor que están vacíos!
¡cuánta ausencia en lo cóncavo del rezo!
¡cuántas ganas de amar lo que no ha sido
en este terraplén en que estoy muerto.!
Y cuando en el manto de la noche haya caído,
cuando el dolor me entierre en cualquier lecho,
la deshojada flor que ahogó mi pecho
habrá acabado sin aromar mi olvido.