Nuestras narices,
próxima la una a la otra,
se atreven a respirar pesadamente,
mancillando el temor por ser descubiertos;
Vos sois mi medicina para el enfermo,
vuestros labios son mi bálsamo,
un sonido sordo que ambos podemos escuchar,
y sentir con nuestras manos,
por cada uno de nuestros pegados dedos,
que nos hace soñar de forma precipitada,
y cometer locuras por esa palabra,
repetida en nuestras mentes intermitentemente,
con todos los peligros que nos conlleva,
mas no escuchamos a ese sonoro aviso;
Contunde el tiempo a nuestros sentimientos,
las manecillas corren a nuestra desgracia,
y las cadenas permanecen a nuestro alrededor;
¡Oh! Vagabundo de los corazones,
que Dios os apiade,
pues Kronos impaciente ha sido,
Y las sombras nos han acaecido...