En la soledad de las calles nocturnas
de mi ciudad de antaño mi Cuenca de los cincuenta,
bajo las sombras calladas de la quietud del austro.
emergía del silencio como un trueno sagrado
una voz que potente rompía las nostalgias.
Entonando las dulces melodías,
que en los floridos balcones robaban los suspiros
de las hermosas novias que muy emocionadas
con los ojos brillantes y los corazones palpitantes,
derramando furtivas lágrimas, enamoradas.
Era la voz fantástica de "El negro Rodríguez"
que entonaba pasillos, zambas , valses y
melodiosos tangos, era la voz amada de mi padre.
"Adios trigueña me voy llorando...."
"Pequeña ciudadana, has llegado a mi vida....."
"Loca mia, alma cruel y atravesada....."
Cuantas canciones bellas
en bellas serenatas con la "Típica Ortíz"
o el conjunto del maestro "Pepe Luna".
En las noches cuencanas se escucho tantas veces
la voz alta y potente del cantor más nombrado
en todas las esquinas debajo de faroles.
Incluso hay quioenes dicen:
"ayer no más lo vimos" al negro por las calles
¿Cómo es posible, ha muerto?
!No, el negro no está muerto!
Vive en la memoria de la luz de los faroles.
en los postes de esquina y en los bancos del parque
y en el recuerdo de damas que hoy, ya son abuelas
que suspiran recordando, cuando alguien le nombra
el nombre de mi padre: "El negro Rodriguez",
la voz alta y sonante en todas las memorias