Volvíanse violáceas las sedas de tu lecho,
el vendaval las arrastraba,
mientras sollozaba en tu pecho;
sin rencores ni odio las cortabas,
las rosas y gardenias que soñaban
mas, tanto como la vida me diste
la tuya se te arrebató;
dime, madre, por qué es triste
si bajo la luz de la luna, tu hermosa alma levitó