Jose Luis Santiago

A FRANCISCO QUEVEDO

 

 

Calando en tu magnifico legado

y leyéndote un poco, ¡manda narices!

que manda tu hablado, bien proclamado

 

sobrio y educado te vas y nos dices

que Dios te libre de prólogos largos

y de falsos beatos que mal te bendicen

 

entrando España en mortal letargo

tu formación se completaba

y la elocuencia te tomo a su cargo

 

en Valladolid tú te enfrentabas

con dagas mélicas en poesías satíricas

y a cuchilladas a Góngora, lo despellejabas

 

tajante es tu poesía melifica

que con talante la verdad la invoca

con sublime destreza y palabra prolífica

 

fuiste y eres sagacidad que provoca

y con conciencia nos confieres

la moral humana que al alma le toca

 

tus sátiras de punzantes alfileres

al sabio le arrancan la sonrisa

y al aludido, las entrañas le hieren

 

tu poesía mística quien bien la revisa

sin prisas la bebe, con las fragancias

y los deleites de tu divina brisa

 

erudición concisa, sagrada estancia

dichosa constancia, eterna premisa

condición humana de grata ganancia

 

en ti, todo esto bien se cobija

y si bien se adquiere, bien se fija

el saber que procede de tu real valija

 

si me equivoco, que me corrijan

que aquel que a gobernar lo elijan

elegido, si mal gobierna, desvalija

 

el que dirija que con el buen ejemplo rija

y el gobierno de Cristo solo exija

que el buen gobernar con la justicia se prolija

 

Quevedo, las asperezas tú me lijas

tu alma es de Dios, prodiga hija

que me queda a mi hecho trizas