Nunca la vi llorar
quizás alimentó su estómago con esa sal.
Alguna vez quiso hablarme,
todavía hoy recuerdo sus ojos.
Fui a buscarla esa tarde
a la plaza.
Me dijo que no quería irse nunca más.
Y se fue.
Otra vez se la llevaron
¿Quién pudo?
Volvimos a vernos
cuando el tiempo ya me había teñido la cabeza
y la mirada.
A ella claramente le había teñido la sonrisa.
No me contó sus soledades.
No me contó sus tristezas.
No me habló de sus dolores, de sus odios.
Ni de la impotencia…
Otra vez se iba
envuelta en el mismo misterio.
No podía salvarla.
Nunca pude.