El le pedía que fuera discreta y no lo mirara.
Que se mantuviera solemne, sumisa y siempre a distancia.
Que sus ojos pardos, rasgados , profundos;
aún, lastimaban.
Y que su postura rebelde y rotunda
le dañaba el alma.
Que sus hijos niños y su esposa buena lo necesitaban.
Que "eso" había pasado, que estaba olvidado,
que errar es humano.
Que al equivocarse y haber evaluado
lo que puso en juego
decidio quedarse con esa cordura del amor completo;
a toda esa trama,
de tanta locura...
y de tanto fuego.
Ella tremebunda
rasguño sus ojos con una mirada final:
Borró su lascivia,
abrazo su armiño,
trago su saliva
y al ver a esos niños
felices, bonitos.
perdonó su vida.