Déjame ser tu cómplice y recorrer paso a paso
el sendero de tu cuerpo y tu vida en el ocaso,
conocer sin miramientos tus recuerdos y tu vida
y juntar contracorriente tus miradas y las mías,
caminar y caminar y palpar sin detenerme
desde el roce de tu cuerpo, hasta que puedas poseerme,
sin límites, sin fronteras, sin pasado, sin futuro
pero juntando de a poco nuestros cuerpos al desnudo.
Pero espera, no me conformo y no quiero quedar en calma
porque lo que yo más quiero es poder poseer... tu alma;
esa alma que acaricia y que mata y que enloquece,
que me grita, me perturba, me alegra y me entristece.
Y ojalá no olvides nunca que te quiero y no es mentira
que tu vida, aunque lejana, está encadenada a la mía.