Adiós camino sombrío de la silvestre floresta,
ópera prima de búhos y bichos crepusculares.
Con aprensión descubrí tu ecosistema acendrado,
donde paré tantas veces para colmar mis pulmones
del aire fresco que emanas y la hierba humedecida
que se adhirió a mis zapatos tatuando su clorofila.
Ex profeso no advertí que abandonaron la escena
uno a uno y en silencio los gigantes rompevientos
que tanto tiempo aislaron molestos ruidos urbanos;
ahora yacen inermes sobre una alfombra de hierbas
dormidos en sueño eterno sin que nadie les defienda.
En breve no escucharé el canto claro y sonoro
que sobre todos los cantos la oropéndola invisible
en presagio de su marcha despliega en noches oscuras.
¿Qué será del brillo plata sobre hojas ondulantes
que irradia la luna llena sobre añejos chilamates?,
¿y qué de la antigua casona, otrora encanto del bosque
donde el tiempo dejó huella en imborrables recuerdos
entre mitos y leyendas?
Dicen que en noches oscuras se escucha un llanto incesante,
y un espectro de mujer despidiendo a la arboleda
entra y sale de la casa y se esconde entre los troncos.
Adiós trecho preferido, testigo de mis temores
de soledad rebuscada, de emociones contenidas,
donde gatos y zorrillos tantas veces me retaron
con sus ojos centelleantes fijos sobre mi mirada;
donde ratones con alas planeando en arco perfecto
aceleraron mi pulso haciendo amagos de ataque.
Anfiteatro de grillos, del manto negro preludio,
rincón bendito de hadas elegido por la luna para lucir sus vestidos.
Adiós…
…aciaga floresta…