Hoy escribo esta carta
que ahora está en tus manos
y que refleja un poquito
lo que sentí estos años:
siempre esperé a alguien
que fuera tal como vos,
una persona decente,
con carisma y buen humor.
Que ahorrara las palabras
cuando el momento lo demandara
y charlara constantemente
cuando el silencio maltratara;
una persona digna
de toda mi confianza,
de mi vida, de mi cielo,
de mi amor y mi alabanza.
Nunca pretendí que fueras
nada de lo que no eres,
porque eso es lo que atrae
y enriquece a los seres,
pero hay algo en tu mirada
que me llena hasta el fondo
y me vacía a la vez
con violencia, y no respondo.
Y es que te pienso y te miento,
te pierdo y te adoro,
me miras y sonrío,
te miro y lloro.
Me atormenta hace meses,
no tus besos como antes,
pero quema la conciencia
que no logre más amarte
puedo jurar por mi vida
que fuiste el único hombre
al que realmente quería
y ruego me perdones;
pero es que somos tan distintos!
que la diferencia no complementa,
ni tu piel ni tus ojitos
con mi sarcasmo y vehemencia.
Necesito otras caras,
otras carnes, otras noches!
mi fulgor se desenmascara
seducido por derroches;
mi libertad robada
ha limado los barrotes
y hoy se escapa impertinente
por la orilla de mi escote.
Así soy yo verdaderamente,
así nunca me conociste,
así seguiré por siempre
y conmigo así, perdiste.
Por eso esta mujer decidida
te está dejando con convicción,
despertó de ese tiempo dormida
y está exigiendo pasión.
Adiós niño mío,
tu amor fue tierno y servicial
pero esta sangre necesita brío
y se propone irlo a buscar.
Te dejo con lo que amabas,
cuidate y no te abandones
y ¡ah! se me olvidaba!
te fui infiel en ciertas ocasiones.