la luz de la luna llega deslizándose a la deriva
intentando borrar tu cuerpo de tarde recorrida,
de ánfora metálica, donde guardo mis recuerdos
de crepúsculos alegres, de lingotes, de páginas,
tatuados siempre por el fluido de tus palabras...
amo tu densidad cortada por el filo de tu ausencia.
yo me acostumbré a medir cada noche
los soplos de la sed erosionada de tu voz
sobre la blanca pizarra de la luna.
fotografía vital son tus manos menudas
acariciando el césped suave de la arena.
yo me acostumbré a ver anclar cada tarde
tu cuerpo de ola sobre mi cuerpo de muelle,
tantas veces, que se hizo inútil mi costumbre
de pintar peces blancos en los bordes de tu boca.
la vieja costumbre de esperar los aplausos
de la noche, por nuestro aprendizaje de la carne
mientras que el viento era la canción que ameniza.
costumbres de amor somero, de playa sin esquirlas
donde te has convertido en toda promesa necesaria.
te amo. implacable domadora de mis dudas.