Pon en duda tu sombra.
Cuida de los objetos inanimados
y dale de mamar a las antorchas
de los fanáticos del verso.
Coloca la pistola en la sien y sonríe.
Nada hay más importante que unos dientes
frente al espejo, dientes rotos,
ennegrecidos por los golpes
del tiempo.
Pon en duda la muerte
y muéstrate tal y como eres.
Fatígame con tu “quiero ser”
ya que yo soy experto
en causas perdidas.
Bésame si no hay más remedio:
soy un amante pésimo cuando Dios
requiere mi alma y deja tirado en la cuneta
este cuerpo tibio, ávido de otros cuerpos,
cuerpo que concede opiniones, decretos
y sonetos demasiado funestos.