Secuestrada está la princesa
en su celda de cristal.
Lejos ve con sus ojos turquesa
fantasmales pretendientes
que la pretenden conquistar.
Los mira, sonríe, intenta tocarlos,
pero la rubia niña, afligida, llora,
al no poder sus brazos alcanzar.
Poco a poco los ve alejarse,
con despacio trotar.
La princesa gime, llora, se queja;
otro día más que espera
en su celda invisible.
Las lágrimas plateadas mueren
contra el suelo al chocar.
La niña cautiva observa
a su novio captor al bajar.
"Eres mía, lo sabes, novía mía,
de mí jamás escaparás.
Con mi corazón hice esta jaula
que no podrás evitar".
Su libertad ya la ha perdido,
¿quién la podrá rescatar?
Nadie, absolutamente lo hará.
De esta transparente jaula nunca más huirá.