Olvido a ratos tu olvido y con nostalgia recuerdo:
Me veo echada en tu cama, vigilante,
libre, sin estrecheces,
sin ataduras, sin prisas,
esperando la sorpresa que adivino entre sonrisas.
La noche será una fiesta para danzarle al amor.
Tu timidez picaresca y el minucioso proemio
hacen la calma excitante y aun la espera impaciente…
Ya no se escucha el goteo de la llave del lavabo.
Como un hilo imperceptible entre ventana y cortina
las farolas de la calle dejan entrar una luz
que se une a los efluvios que preceden tu llegada.
Me acomodo del revés; ya va a iniciar la velada.
Musitando suavemente me anuncias tu aparición
y la pasión me transporta sobre sus alas al cielo.
Se ha completado mi vuelo al desatar tu albornoz,
que como premio a la espera me entrega un grato presente:
un obelisco imponente que nunca baja la guardia.
Un singular magnetismo que no pactamos a priori
sincroniza nuestros cuerpos, que en mil espasmos estallan.
Me satisface las ganas el complaciente obelisco
que ofreces con ansias locas como fiera a su camada.
Se activa todo mi ser y en derredor todo para,
sólo existimos nosotros en enervante vaivén.
Dos almas en una piel provocan gran explosión:
efervescentes tsunamis en simultánea eyección.