El frío manto de tristeza me cobija,
en las noches largas de invierno,
tu recuerdo, a mi mente cautiva,
como un todo, dueña de mi trono.
El deseo vuelve loco apasionado,
e intenta surgir entre el destino,
como un torrente por el tiempo pausado,
se detiene, pero muestra su camino.
Es voraz la indecencia de mis sueños,
cual sádica función del Marques,
y aún lejana la idea de ser tu dueño,
Pues eres belleza y perfección tan pura,
que no lo creo, ni siquiera imaginable,
el Ser majestuoso, que descansa en tu ternura...
Carlos R. Barrera