Por la calzada mojada,
en la inmensidad de
la ciudad lluviosa y lóbrega,
se mueve con pasos perdidos,
un sujeto
de aspecto bohemio
y mirada ausente.
El cansancio le grita, en desespero brutal,
con gritos inaudibles,
que es necesario,
darle una tregua a sus piernas cansadas,
esclavas desde hace varias horas,
de su loco apremio,
de su desesperado frenesí,
por escapar del dolor
de saberse y sentirse en lejanía
de la boca constante,
de los brazos y manos
que siempre,
para él, solo para él
practicaban una envidiable,
generosa y verdadera
cercanía intima.
Ahora,
al haberse revelado
su obrar atrevido,
desligado de verdad y lealtad,
a derivado el concluyente abandono,
convirtiéndose
imprevistamente,
en un islote,
donde en soledad,
rumia sus arrepentimientos y frustraciones,
alejado del placentero calor de la fogata hermosa,
que ardía en cualquier tiempo,
alimentada por la esperanza,
por los retazos de afecto
la que con humildad y ternura
le prodigaba su vida,
en cada una de sus acciones.
Hoy, el dolor y la tristeza
se han instalado a su lado,
y con malicia han pactado,
recordarle por siempre su cruel perfidia,
conservando presente el dulce olor de lo perdido,
y avivando las visiones apocalípticas y lastimeras,
de su vida en decadencia.
El afligido sujeto,
en tanto arrastra
sus remordimientos,
aspira hondo el aire contaminado
que le lacera su afligido pecho,
ansiando recuperar sus impulsos,
como si fuese un condenado a muerte
ante el último de los deseos concedidos.
Se refleja su sombra
en el pavimento frío, húmedo, vaporoso.
A cesado por completo la llovizna,
pero el frío y el viento lo importunan,
camina tenso, sin ganas
con sus mojados zapatos de piel gris,
casi blancos por el deterioro.
Aunque a su cuerpo lo cubre
un grueso traje de paño negro,
la humedad se introduce por sus porosidades
y le aguijonea la piel en inacabable tortura.
El cabello aplastado por el agua lluvia,
le enmarca la cara amarillenta,
cierra con mayor fuerza
las manos agarrotadas
en los bolsillos interminables de su ceñido abrigo,
recuerda que no ha comido…. bosteza.
Las luces de colores
se reflejan en las gotas de lluvia
que se descuelgan sin pensarlo,
de los techos de las casas antiguas
de esa zona de la ciudad
que a esa hora,
quieta duerme placida,
se sosiega del movimiento caótico del día
del ruido,
del continuo ir y venir
de la gente…
y él está solo.
POR: ANA MARIA DELGADO P.