Que del desierto eras un medallón Belén,
Pequeño pesebre cobijado con arena y rocas.
Nazaret, que levantas a Belén con piedras de oro y techos seda,
Del cielo nocturno un espejo de agua
Donde te reflejabas como estrella que guía al pan de oro,
Cada alma humana reflectó su luz al cielo.
Un establo, como los Brazos de María,
Das abrigo a un niño rey que no se sentara en tronos,
Con mismo calor que se produce,
Las escalinatas y portales de catedrales,
En vigas de debajo de un puente;
El calor que produce un cartón o un periódico,
En los campos de pieles sucias,
De las montañas de callos que marcan sacrifico y miseria,
Tu evangelio, tu voz de pesebres, de humildad
Reino de manos, de montañas, de rostros que gritan en el vacío,
Donde se extrae pobreza en un balde,
En pozos de veredas y frío.
La humanidad y justicia fueron el territorio de tu reino,
De navidad hasta pascua mi Señor
Hay dolor y sufrimiento de crucifixión
A los que benditos entraran a tu reino.
Una primera navidad que no sea olvidada
De la gota de rocío que llamamos Tierra
Este en el amanecer entre unos pétalos del Belén.
Dios déjanos ser esos testigos
Pastores, corderos y magos,
De cada alma un pesebre,
Así que nazca Jesús mi Señor,
Dar a cada ser humano una textura de oro
Aroma a incienso y piel de mirra.