Qué lejos me encuentro del alma que adoro.
Un alma muy dulce y muy bella,
muy niña y muy grande,
que ríe cuando canto, y sufre si lloro.
Es dulce para mirarme,
bella para comprenderme,
muy niña para amarme,
muy grande para quererme.
Ella sabe de mis penas,
conoce mis alegrias;
ha vivido en mis horas buenas,
en mis horas negras, en mis horas frías.
Ha sabido apreciar el sentimiento,
hayar la dulzura del perdón;
la mágica alegría del sufrimiento,
ha sabido encontrar mi corazón.
Canta cuando río,
sufre cuando lloro;
y sin embargo... ¡qué lejos!
¡qué lejos me encuentro del alma que adoro!