No sé por qué camino viniste,
descalza, sin ruidos…
Y se paró la noche encendida,
sin horas, ni ritmos…
Y las palabras brotaron prontas,
casi con sigilo,
rompiendo todos los protocolos
cual si fueran vidrios…
La noche invadió los sentimientos,
que eran como ríos,
desbordados, inundando campos,
campos… protegidos…
Conversaciones, hechas historia,
parecían siglos.
Y hoy perduran aquellas palabras,
ecos y sonidos,
que se incrementan con nuevas fuerzas,
sin más compromiso
que el que surja de forma espontánea,
sin perder el ritmo.