Alejandro José Diaz Valero

Tópicos de navidad

LUCES NAVIDEÑAS 

El niño se asoma a la ventana

Ve el cielo con luces multicolores;

de sus ojos, la alegría emana

Y sonríe amoroso  sin rencores.

 

Que importancia tiene que sea otro

Quien lanzara las luces de bengala,

Es la misma alegría a sus ojos

Y la misma ilusión al contemplarlas.

 

En su casa no hay dinero

Para comprar luces navideñas,

Peo tiene dos ojos para verlos

Por eso silencioso mira y sueña.

 

Nadie le cobra ni le recrimina

Porque levante su vista al cielo,

El solamente sonríe y mira

Y eso le sirve de consuelo.

 

El niño mira y se embelesa

Con tantos fuegos artificiales

Ver los colores nada le cuesta

Para él esa son sus navidades.

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MI PRIMERA TARJETA DE NAVIDAD

Un poco tembloroso y asustado

escribí mi primera tarjeta navideña

un amigo en blanco me la había regalado

para que yo con mi letra la escribiera.

 

Envuelto entre anhelos y suspiros

escribí mis deseos a mano alzada,

ellos  iban acorde con el motivo,

que tenía la tarjeta en la portada

 

Iba anónimo el tierno envío

que colgué al árbol de navidad,

la niña no supo que era mío

porque yo nunca dije la verdad.

 

Esa fue mi primera tarjeta

y aunque después, hubo tantas

olvidarme de ella mucho me cuesta

aunque no recuerde la fecha exacta.

 

Tenía una vela y dos bambalinas

que con tenue luz iluminaba,

la dejé en el árbol de mi vecina

y ella ni siquiera sospechaba.

 

Yo era un niño, casi adolescente

y hoy, cuando llega la época navideña,

aquel recuerdo vuelve a mi mente

 Y me brillan los ojos como estrellas.

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MISAS DE AGUINALDO

En el pequeño pueblo donde crecí

rodeado de costumbres pueblerinas

en cada diciembre siempre oí

el sonar de las campanas en la capilla.

 

Eran las misas de aguinaldos

un evento de gran significación

donde acudía la gente del barrio

porque eran fieles a la tradición.

 

El niño estaba por nacer

y nosotros éramos los pastores,

viendo en cada rostro florecer

sueños más bonitos y mejores.

 

Había luces y mucha algarabía

y una fe en cada nuevo nacimiento

porque sabíamos que era el Mesías

el dueño de todo el firmamento.

 

Ya yo no vivo en aquel pueblo

ni oigo las campanas de la capilla,

pero dentro de mi corazón aún conservo

ese recuerdo que jamás se olvida.

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