En la gran noche, sin nubes a mi alrededor,
Pienso a través de una mirada a la luna,
Sin contemplar su imagen en los lóbregos,
Que llenan el universo con un vestido de cristal reflejante a mi vida,
Partiendo de cauces, guiados por tu barquito de papel hacia esa
Desembocadura
Donde el rio de mis palabras,
Terminan como aves erguidas por tu serena voz soñadora.
Mujer del torreón mágico que, sosegada por la brisa de mis manos,
Escribo con mis lágrimas un libro,
Donde la invasión de los seres ignorantes, nunca llegara.
Donde el amor sucumbe en cada palabra,
Donde añoro los ojos del misterio en cada verso,
Donde el eclipse de tu ávido rostro
Acicala la introducción de mi pequeño escrito,
Donde el atardecer robusto por tu luz,
Despeja el inhóspito aislamiento que vivo cada día sin pronunciar tu nombre,
Donde las venas de mi alma,
Fluyen con tu imaginación tras nadar sobre el argumento que escribí contigo,
Mi esplendida rosa carmesí.
Hey tu! Señorita de los mil anzuelos,
Porque pescas en tal mar donde los infames nadan sin cesar?
Porque cuidas de rocas que muchos no desean y pocos no la tendrán?
Porque consideras el amor como un gran obstáculo del ser convincente e ignorante
Que piensa de una salvación y llora por la rendición?
Porque? Mi fantasmita de azúcar, porque?
La única respuesta que esperaría de ti, sería una sonrisa reluciente,
Por el solo motivo que cada vez que deslizas tus labios de lados inigualables,
Abres un nevado,
Donde la avalancha desciende a partir de un beso intacto e impredecible
Para mi pequeño corazón.
Hey! Fantasmita de azúcar, sabias que te puedo ver,
Te puedo sentir y te puedo tocar,
Sabias que el mar esclarece tu margen de manera pura,
En la cual las olas se detienen de su fuerza para poder escucharte,
Durante el tierno y sensible murmullo que haces cada vez que te sientes sola.
Todo lo lindo de ti conforma la piel de la naturaleza;
Y los luceros de tu alma, empañan mi sed,
Que como leyenda, pronto desaparecerá.