RICARDO ALVAREZ

EN TI DEJO MIS LABIOS

 

¡ Oh mujer, de espiga y trigo en levante ¡

Nos llegó el tiempo del macho y de la hembra.

Macho asnal y ebrio, hembra elástica y felina.

Al eco sublime del canto de la sirena,

del peldaño del Olimpo se cae

Afrodita eclipsada por tu esfinge.

 

Nos acosa la marea incontrolable

del océano azabache del cisne sumergido.

Guardián del paraje, donde nace el beso rojo,

en el sino de la barca hundida, de su vela,

al telón acuoso de tus párpados.

Nos sopla la brisa de la sudestada y

el rigor del tifón a barlovento, en el estrecho submarino,

y a la hora ceñida en tu ombligo,          

mi boca con pasión de sacramento recorre tus márgenes,

celebrando cada arista de lana tibia, en tu planeta de alegoría.

 

Nos roza el momento de la sinfonía del ángel.

En el minuto acústico, donde el sonido apaga el silencio.

Erguidos a la cima plana de la puna de atacama

llega la presencia exacta del segundo.

La plétora de luz, en el costado claro del sol, y

la caricia sudada de nuestras pieles.

 

¡ Oh, majestad mia, magia de mujer y pulpa ¡

Mujer hecha de tierra y estanque,

de glándulas y tendones luminosos.

Con mis pies de lodo, trepo tus muslos de alga,

con garfio enguantado de seda y

manos de terciopelo en las palmas.

Escalo tu vientre de aurora iluminada

al pico de los Cárpatos entrañables.

Suelto un beso de aire con rigor de daga, y

el viento lo sopla con lenidad de espuma.

En ti dejo mis labios de pirueta, para volver al rescate, y

A tu silueta va mi beso amplio y asaetado en arpón.

 

¡ Para la calma en oasis del macho turbulento.

Y el tiempo de la hembra victoriosa ¡