La muerte se acerca,
a cada segundo se aproxima,
con valentía y paciencia espero su arribo.
Cuando sus manos se posen en mis hombros,
marchare a su lado,
despidiendo mi pasado,
sin remordimientos, sin angustias.
Viví e hice lo que quise,
pretendí mas y ya no hay tiempo….
Ya no corro, voy a pausa lenta
camino con el ritmo conveniente y preciso,
no agoto a mi cuerpo, no me asfixio.
Con dificultad respiro,
aunque el aire lastime mi pecho
y la debilidad me invada
y sin indulgencia me derribe en mi lecho
y las heridas se abran y viertan sangre
y la sangre se confunda con mis cuantiosas
lagrimas…
a pesar de todo aún vivo.
Mi certeza es morir y no temo,
con dignidad lo he asimilado,
y he aprendido a vivir cada instante, cada hecho,
a amar cada cosa, cada persona, cada lugar
cada amanecer, cada beso,
cada cabello que cae
y descubre cada mas mi cabeza.
No me llamen moribunda,
no quiero llanto, compasión, cuidados,
predilecciones,
que nadie vea nacer el día al borde de mi cama,
velando mi discontinuo y ligero sueño.
No me agradan mis dolencias
y sufro en silencio,
y muchas veces,
en episodios de inaguantable dolor,
he retado a la muerte para que apresure sus pasos
y anticipe mi partida,
pero no ha accedido.
Mejor así, porque sigo con vida,
Vivo por completo el presente,
y ante mi futuro incierto,
forjo propósitos a plazos cortos,
para que no queden irresueltos,
y concluyo metas posibles
trazadas en algún tiempo,
por honorabilidad y satisfacción,
y cada logro se convierte en un recuerdo hermoso,
en una motivación para asirme
con furor a la vida
y vivir con intrepidez el presente.
POR: ANA MARIA DELGADO P.