La soledad sola
no puede consumirse,
necesita alguien que la consuma.
Mi soledad me consumió primero.
Y renací y entonces yo la consumí a ella
o, más bien, la desterré,
la dejé libre
para quedar libre,
para que fuera a recorrer
otros lugares, otras calles
otras casas y pasillos y habitaciones,
le dije que si alguien la encontraba
y la volvía a soltar,
que no volviera
porque yo no estaré donde estaba
ni me apetece soledad.
A otras gentes les digo:
¡Abrid los ojos!
No os dejéis emborrachar
en su dulce néctar
de tristeza caprichosa
ni entréis en el sueño plácido
de su negra suavidad,
yo sé que dejará en vuestra boca
un sabor amargo, de diaria eternidad.