Busco a los muertos de mi pasado
para apoderarme de cada uno de ellos,
les dejo ocho letras
-en prenda-
y una ciudad asaltada
que lleva nuestra sangre
en cada vértice
de sus calles.
Me apodero de sus almas errantes
con el único fin
de encarcelarlas
en jaulas mentales.
El deseo de la tortura
mientras se me secan los labios,
invaden los presagios
de mis difuntos.
Escrutinio los pecados familiares
-mis pecados-,
y los veo disiparse
en el camino que tomó Ulises
para llegar al hades.
Se arrugan los papeles
de nuestra memoria,
la tinta de mis palabras cansadas
se seca en el asfalto de esta ciudad gitana.
Bamboleo las monedas
-del chal gastado-,
giro mis pies flamencos,
leo los cadáveres de mis antepasados
auguramos la literatura
de los libros,
la de estos tiempos.