I
Tengo recuerdos tristes para hacer versos, y
no quiero que la pena derrote
a la esperanza cuando escribo.
Ni el flagelante ruido de los tanques adversos,
Me apague la voz de la memoria y el olvido.
La muerte anduvo por las bibliotecas ardiendo,
pupitres llorando ausencias y escritorios mancos.
El canto se frustró en los oídos
cuando la palabra se partió en silabas.
La ilusión se hizo quimera y del amor
uniformado nació el hijo dócil.
Salvaje cría de dinosaurio, de marrón-gris pelaje.
Recuerdo que la cultura se fue de viaje obligado,
sin boleto, ausente sin aviso.
La pluma tachó negras listas de olvido,
vestidas de luto anticipado.
Se apagó la opinión en las lenguas
Acalambradas del voltaje.
Las casas se hicieron refugio y cercadas
Mas cercadas que los jardines de un botánico.
La tiranía se disfrazó de golpe, y
con etiqueta de gala asistió al banquete
de la Logia cómplice de los poderosos.
Se armó el circo romano para la plebe,
en estreno de reluciente pasto blasfemado:
¡ Once y once en cada lado ¡
Blanco, celeste y naranja. Parecía ecuánime batalla.
En un desierto país como sede,
se estampó en color el Derechos y Humanos.
Bajo el asfalto se apago el silbido de los sin canto, y
el ala de la libertad se fracturó contra los muros,
cuando el ave voló al cielo, la muerte le disparó.
¡ Once y Once en el escenario ¡
Treinta mil a los vestuarios y otros tantos,
a la frontera del tormento y el calvario.
El Purgatorio del Dante se pintó anticipado,
en los claustros tapiados y sordos.
Del celeste de la bandera a la cruz del cielo. Y del blanco...
¡ Quien sabe que fue del blanco ¡
No alcanzó el Diluvio para lavar el rojo, y
los adoquines se lavaron con lagrima de angustiado.
¡ Tengo recuerdos tristes. Pero una memoria impía ¡
II
La goma de capucha blanca, no borra el olvido.
Recuerdo la tarde uniformada, trepándose al Rosado bacón.
La Catedral repicó las campanas del anticristo, y
las palomas huyeron del meridiano de Mayo.
Un amigo escribió de Praga, una vecina con nombre nuevo llamo de Estocolmo y mis primos de España preguntaron: ¿ Como estais ¿
¡ Once y Once ¡ No fue una guerra justa.
Miles de negro luto entre un sinfín de rojo sangre asesino.
No hay paridad alguna. Es infame cobardía.
Al hijo el rapto le llevo el padre,
al padre se le evaporo la mujer, y
la muerte vio caer la lagrima de la abuela madre,
mientras rondaba la plaza sin respuestas.
¿ Como se seca el llanto, en los ojos inocentes ¿
¿ Como se responde al flagelo y a la vergüenza ¿
Me rebasa el odio interno en el rincón humano del alma, y
de la voz de la memoria el canto. Que no me enferme el veneno.
Trato de comprender la ignorancia salvaje, de idolatría fanática.
Se saltaron el capitulo del Domingo:
¡ Bárbaro, las ideas no se matan ¡
De los recuerdos tristes aprendí una moraleja:
Tras las paredes se borra el canto y de los ladrillos emerge la voz.
¡ Los olvidos no mueren ¡
¡ La memoria no se entierra con cemento ¡
a mi compañero. El tano Lopardo