rusalki alvarado

A Merchán

Tu voz fue como un eco

extinguiéndose en el tiempo

tus pasos,

secos,

macilentos

de tanto aguantar el peso

de tus preciados anhelos.

 

Encogida la mirada

Desafiante en el empeño

Vacilante de destellos

De tanto soñar ensueños.

 

Manos de labrador

Enterrador de ilusiones

Regadas con mar y viento,

Pedacito a pedacito

Socavabas de la tierra

Migajas de un mundo incierto.

 

 

Recuerdo aquella mañana

Cuando tocaste a mi puerta

Con una hogaza de pan

Y fulgores de niño ingenuo.

 

Se te fue yendo la vida

Dormitando tu cansancio

De palabras y promesas

De un patrón envilecido

Con el oro de tus huesos.

 

Agotadas la quimeras

Te quedaste sin aliento

Ahora yaces solitario

Con el sueño de los muertos.