NO pares, no te rindas aunque el ardor
queme tu hogar con sus dedos de tártaro.
NO abandones la jugada maestra, en ocasiones
los rivales son astutos, pero tú serás benevolente.
NO me crucifiques si el “Fin” te pilla comiendo
excrementos, yo a secas tengo pecados de omisión.
NO me abandones, no desees escuchar “mis verdades”;
no conviene enfurecer a los astros, no es deseable para mí
acoger en mis manos la nevisca de la cuajada negrura,
no soy de esos que olvidan un verso en el aire
y así lo devore el demonio con sus fauces liberales.
NO pares, no te detengas, ya que el bramido gira
sobre sí mismo y provoca náuseas a los escogidos
para salvaguardar una nueva época de paz.