Con mentiras oprimen y roban almas
Con confites de azufre envenenan almas
Tiran al enjambre como juguetes armas
Y más de uno construye bajo la tierra algunas cuantas camas
Pero se ocultan de las sombras
Entre cobijas y almohadones
Como niños que en aquellos años
Se escondieron de sus temores.
Y entran en cuartos de psicodélicos colores
Donde estruendos se apoderan, algunos gritan por los faltantes valores
Mientras los poetas saltan de los múltiples balcones
Entregándose al aire y esparciéndole al suelo sus dolores.
Ya no florecen auroras, ni se marchitan atardeceres
Suben aves al azul, no entonan canciones
Inundan las espinas a algunas cuantas flores
Cuando los negros vacios se envuelven en silencios enardecedores.
Crece el horror, se derraman las aguas y despintan
Se enrojecen las manos, borran las risas,
Se tienen los cielos con oscuras cenizas
Quebrando reflejos, contaminando la brisa.
Se enmudece el buen recuerdo, mueren en mayo golondrinas
Oscuro el nuevo suelo, ahora lleno de malicia
Se anega de costuras el incipiente deseo
De vivir, desvaneciéndose en suspiros de monarcas
Que cargan epitafios en el cuello.
Agujas de relojes marcan desconsuelo
Perplejos quedan los niños, perplejos de miedo
Mientras en laberintos se mueren hombres sin manos, sin dedos
Se los comen dictadores con cascaras de huevo.
Y crecen gigantes, gigantes de acero
Matan a aquellos de madera, del “verde eterno”
Llora el suelo, el rio y los pajaritos lloran con recelo
Mientras se ensancha el hueco en la burbuja del cielo.
Pero que florecerá mañana, que no sea mal que, no sea miedo
Habrá acaso palabras que den un aire de consuelo
Habrá acaso una luz que derrita todo ese hielo
O dormiremos enterrados, esperando un salvador del cielo.